En 1715, el joven Jean Martell fundó la casa de Cognac que lleva su nombre. Aquí se elabora una obra excepcional y cuya receta secreta ha ido pasando de maestro en maestro durante generaciones. Hoy, recae en los hombros del Maestro Bodeguero Benoît Fil la responsabilidad de conservar intacta la tradición tres veces centenaria de la casa Martell Cognac.
El coñac Martell, sinónimo de buen gusto y excelencia, se fabrica en la más antigua de las grandes casas de Cognac con la tierra, la precisión y el tiempo como tema central. Un legado que ahora cumple 300 años.
En Les Borderies, el ´cru´ o pago más valioso y pequeño de la región de Cognac, la uva Ugni blanc disfruta del clima oceánico del Atlántico y de un suelo arcilloso con arena de sílice. De ahí se obtiene la llamada eau-de-vie o agua de vida, la sedosa esencia sutil de aromas florales del coñac, su espíritu.
Ese vino claro y afrutado de la Ugni blanc, ünico entre todas las casas, se destila en los alambiques de cobre Charentais tradicionales para obtener un aguardiente muy puro. La casa Martell es la ünica de la región de Cognac que destila vinos claros, libres de todo sedimento e impurezas. Esto asegura un aguardiente más fino y limpio.
El envejecimiento del Cognac Martell se hace en barricas de roble de grano fino, flexibles y tostadas. Esto otorga al agua de vida su color cálido y notas de frutos secos, frutos rojos, vainilla, chutney y flores secas. Pasados, al menos, dos años de maduración, el mínimo exigido para los coñacs, el aguardiente abandona las barricas y pasa a las damajuanas, de manera que se detiene el envejecimiento. La maduración, sin embargo, puede demorarse mucho más. Incluso, dÚcadas.
Es entonces cuando el Maestro Bodeguero ejerce de alquimista. Toca practicar el ensamblaje, la mágica y complejísima sinfonía de matices y detalles que determinará el bouquet final del coñac Martell. Una joya que lleva tres siglos dando prestigio con su elegancia, sedosidad, notas de especias suaves, fruta confitada y flores.