Pero Señorí de Otazu no solo es climatología y suelos: en la bodega procesan a mano toda la uva que entra, procedente solamente de sus propios viñedos. Son algo más de 100 hectáreas que se atienden, se analizan y se cuidan al detalle, con un seguimiento cuasi milimÚtrico. Precisamente para este fin y con una orientación de norte a sur, la finca se ha dividido en parcelas más pequeñas (de entre 1 y 5 hectáreas) para controlar el punto de maduración óptimo para programar la vendimia.
Los tintos de Tempranillo, Merlot y Cabernet Sauvignon, la Merlot para los rosados y la Chardonnay para los blancos se han plantado estratÚgicamente en esas decenas de pequeñas parcelas de las que analizan el más mínimo detalle. Estas variedades señaladas han sido reforzadas por la bodega para diferenciar incluso hasta quince clones de las vides tintas y tres de las blancas. Todo ello contribuye a desembocar en atributos de hiperdetallismo y minuciosidad.
El esmero no se queda sobre el terreno y en las tÚcnicas de cultivo, pues cada grano se selecciona luego de forma manual y se procesa mediante microvinificaciones en barrica, con el objetivo de robustecer la calidad de la uva durante todo el proceso de elaboración. Con todo ello, Señorío de Otazu se posiciona como un lugar señalado e idóneo para el cultivo de extraordinarias cepas.
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